Desde 2010, la llegada de turistas ha crecido un 55% hasta alcanzar 82 millones de visitantes en 2017, hecho que posicionó al turismo exterior como uno de los principales motores de la economía española. Sin embargo, el impulso del turismo extranjero se ralentizó en 2018 y, según un observatorio de BBVA Research, no se puede descartar que la tendencia de agotamiento gradual se prolongue en los próximos años.

Hace poco menos de diez años todo parecía posicionarse a favor del turismo, que se convertía en uno de los soportes de la economía española con una contribución de 1,3 puntos porcentuales al crecimiento acumulado del PIB y 280 mil nuevos empleos hasta 2017.

En particular, el consumo de no residentes creció a un ritmo medio anual del 2,6% entre 2010 y 2013 y terminó por acelerarse hasta el 6,6% entre 2014 y 2017, una situación que, según el servicio de estudios, fue posible gracias al incremento de las visitas de turistas extranjeros. Sin embargo, aunque en 2018 el sector alcanzó máximos históricos tanto en entradas en frontera (84 millones) como en pernoctaciones hoteleras (227 millones), el impulso del turismo no residente se ralentizó/frenó en ese mismo año.

 

Desequilibrios en la evolución del turismo exterior.

Con el fin de dar una explicación al buen desempeño del sector, BBVA Research explora los diferentes factores que han podido contribuir a ciertos altibajos en los últimos años.

En primer lugar, la afluencia de turistas extranjeros durante la crisis económica se vio afectada por el ajuste relativo de precios. Esto hizo que el consumo real de no residentes empezase a crecer de forma continuada a partir de 2010, mientras que la economía española seguía contrayéndose hasta 2013. Actualmente, este ajuste da síntomas de agotamiento y revela restricciones de oferta en algunos destinos que, por tanto, limitan la llegada de turistas extranjeros.

Unido al auge de las compañías ‘low cost’, la fuerte caída del precio del petróleo a finales de 2014 supuso un abaratamiento de los costes de transporte, algo que también actuó en beneficio del turismo.

Por otra parte, desde la salida de la recesión económica, las principales economías de Europa mostraron una evolución saludable, cuyo crecimiento se ha ido moderando en el último año. En consecuencia, la llegada de visitantes extranjeros y su gasto en el territorio nacional se han visto afectados.

Finalmente, las tensiones geopolíticas observadas en los mercados competidores desde 2010 ha influido positivamente en España a la hora de elegirlo como destino turístico. Tal es así que, el mayor aumento en la afluencia de turistas hacia España coincide con las principales caídas de visitantes para otros países como Egipto, Túnez o Turquía.

 

 

Perspectivas de futuro

Los resultados del observatorio concluyen planteando distintos retos que serían de gran importancia para la economía española:

  • Aumentar la diversificación y centrarse en los segmentos con un mayor valor añadido. Ganar cuota en nuevos mercados aumentaría la demanda esperada y disminuiría los riesgos futuros.
  • Reducir la estacionalidad y mejorar la competitividad. España sigue recibiendo una gran parte de sus visitantes de forma concentrada. Se necesita ampliar la temporada turística y potenciar los destinos menos tradicionales. Además, se debe competir no sólo en precios. Para ello es conveniente contar con un marco regulatorio que favorezca la competencia, el crecimiento y la sostenibilidad, teniendo en cuenta las externalidades tanto positivas como negativas que genera el sector, en un entorno cambiante.
  • Adaptarse al cambio tecnológico siendo líder en el desarrollo de la digitalización. Para conseguirlo, podría impulsarse la formación y la inversión en dichas tecnologías.

 

En este contexto, es evidente que el turismo en España se ha estado enfrentando a situaciones cambiantes. Por tanto, estabilizar el turismo externo se convierte en un desafío que la economía española, tarde o temprano, tendrá que aceptar.