Donald Trump gana fieles cuanto más radicaliza su discurso y algunos datos le dan la razón: el consumo, que representa dos tercios del PIB, registra su ritmo de crecimiento más alto en año y medio(4,3% durante el 2T vs. 1,1% del 1T y 0,9% previsto), gracias a la masiva bajada de impuestos impulsada en 2018; la tasa de paro apenas ronda el 3,7%, lo que prácticamente supone pleno empleo y el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el PIB de EEUU crecerá a un ritmo del 2,6% este año, tres décimas más de lo que esperaba hace sólo tres meses.

Sin embargo, la guerra proteccionista abierta por la administración Trump ha supuesto un duro golpe para la relación comercial de ambos bloques y la aparente bonanza económica nacional podría irse al traste. Sólo un dato, desde que el mandatario llegara a la Casa Blanca el tipo medio de los aranceles de EEUU aplicados a China se ha disparado hasta el 27,8% desde el 3,1%. Es más, con la última recarga del 10% anunciada sobre las importaciones del gigante asiático por valor de 300.000 millones a partir del próximo mes de septiembre, el 96,7% de la producción china sufrirá una barrera arancelaria, según los cálculos del Peterson Institute For International Economics (PIIE). Es decir, ambas potencias se enfrentan al grado proteccionista más alto desde la Gran Depresión.

China ha respondido a la contienda iniciada por Trump con la devaluación de su divisa, que ha tocado niveles mínimos alcanzados en plena crisis financiera global de 2008. Una situación que no sólo afecta a ambas potencias, sino que también tiene en jaque al resto de economías y mercados. La fortaleza del dólar perjudica a los países que se endeudan en esa divisa, considerada moneda reserva y la volatilidad generada en los mercados de divisa tiende a provocar una huida notable de las bolsas.
Y en medio de esta situación nos encontramos nosotros. Europa es el gran exportador del mundo. Logró salir de la crisis de hace más de una década gracias a la demanda exterior y a la competitividad que logró desempolvar entonces. La eurozona es hoy la región con mayor superávit por cuenta corriente del planeta; pero la coyuntura actual nos hace perder competitividad. A pesar de que el principal mercado de España es la zona euro, la confianza de las empresas en la evolución económica de los próximos 12 meses es la más baja desde abril de 2013.

Si las cosas no van bien a nuestros socios tampoco a nosotros y a la incertidumbre con el Brexit, se suma ahora la guerra comercial EEUU-China, con amenaza incluida al sector automovilístico europeo. Donald Trump también anunció su intención de incrementar la presión arancelaria un 25% a las importaciones de coches procedentes de Japón y Europa, lo que encarecería en más de 11.000 dólares el precio de los coches europeos en EEUU, contribuyendo a una mayor competitividad de los productos asiáticos en los mercados globales.
En España, la industria automovilística y de componentes es especialmente relevante para nuestra balanza comercial y el sector se resiente apenas con los primeros azotes de la borrasca que se avecina. Las matriculaciones cayeron un 11% en julio y la producción de vehículos acumula un retroceso superior al 5,5% durante el primer semestre; algo parecido ocurre en Alemania o Italia y las previsiones no son mucho más halagüeñas. Los seis mayores grupos del sector en Europa -VW, Daimler, FCA, BMW, PSA y Renault, ganaron un 10% menos durante los seis primeros meses de 2019. Además, Moody´s mantiene al conjunto del sector en perspectiva negativa y prevé que las ventas mundiales de coches caigan un 3,8% este año.